Itziar Rekalde Luzarraga

ANCLA

El origen de los mitos fundacionales no ha sido otro que el intento de alumbrar la oscuridad en la que surgieron comunidades y se establecieron en ciertos lugares, se estructuraron ritos y se promulgaron mandatos. La necesidad de acotar los misterios de la vida y la muerte nos ha acompañado desde el origen mismo de nuestra especie. Para explicarnos los elementos naturales hemos recurrido a seres sobrenaturales.

 

Itziar Rekalde es actriz y narradora de oficio. Durante años viene trabajando con empeño en la evocación de héroes anónimos, con historias portentosas, que necesitan ser contadas y escuchadas: «… las y los protagonistas de mis cuentos han elegido un mundo en el que todo es posible aunque nada sea cierto. Y yo, también». Así es como se define la autora de este Ancla que ahora nos sujeta. «Ancla» es una de sus palabras esenciales. La otra es la «raíz» de la que se nutren sus historias. Esta declaración instruye un esclarecedor texto recogido en el Diccionario de Oralidad publicado por AEDA, en el que Itziar traza los presupuestos de todo narrador y de todo oyente. Es casi un manifiesto por el que se rige también su escritura:

 

«Quien narra desde su raíz, quien la conoce, la abona convenientemente y se nutre de aquello que le es propio, se convierte en agente activo de esta transformación y al mismo tiempo se construye como persona y enriquece su oficio.»

José Blanco

 

12,00

ISBN: 978-84-949825-7-6 / 18 cm x 15 cm / 104 pág.

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Itziar Rekalde Luzarraga, Bermeo 1954

La raíz es la parte de los organismos en donde se depositan aquellos elementos necesarios para su alimentación y sustento. Permanece a menudo oculta y esto propicia que nos olvidemos frecuentemente de su importancia. Tener en cuenta, buscar y asimilar nuestra propia raíz nos permitirá ser únicas y, en consecuencia, universales. Hay dos palabras esenciales que aprendí de niña: Raíz y Ancla. Ambas nos sujetan. Sin raíz no somos; no podemos expandir nuestras semillas ni recoger de allá adonde vayamos nuevos abonos. Sin el ancla que nos pare y nos contenga al resguardo de vientos y corrientes que nos desvíen, no podremos mantener el rumbo. Enraicémonos, pues, y levemos anclas cuando el viento sea propicio. Feliz travesía.